Antonio Torres Morales era un hombre de paz. Tuvo que hacer la guerra pero era un hombre de paz. Fue testigo directo de la «odisea criminal» que provocaba el ejército franquista, no podía olvidarla, pero «no guardaba rencor a nadie». Defendió y deseó la paz hasta el final de su vida. Su llama se apagó hace hoy siete años, pero su memoria está vivamente presente en quienes le conocimos.

«En la guerra se endurecen los corazones. Ahora me duele hasta decirlo y antes no me dolía ni verlo». Antonio Torres Morales durante la grabación de la entrevista para el proyecto Vencidxs. Málaga, 10 de mayo de 2011
Fue cinco meses antes de morir. Aquel diciembre de 2013 tenía que hacer un viaje a Málaga y no quise dejar pasar la oportunidad de conocerle, yo, que tantas veces había revisado con atención cada palabra de la entrevista que le habían hecho las compañeras de DateCuenta el 10 de mayo de 2011 (mi incorporación al proyecto fue a finales de ese mismo año). Le vi y le escuché por primera vez en una pantalla, mientras preparábamos el cierre del documental «Vencidxs». Su defensa de la libertad, de la paz; su mensaje de confianza a la juventud, a su fuerza; su manera de abrirnos el corazón, rememorando vivencias que recordaba tan duras, de tanto terror: «Hay escenas que no se te olvidan», explicaba durante la entrevista.
Paco Zugasti Jiménez, militante de CGT Andalucía y compañero también en esto de trabajar por la Memoria, fue quien me acompañó en esta breve visita. Antonio estaba muy mayor, en marzo cumpliría los 96 años; pocos días antes tuvo una caída tonta y no quería cansarle. Pero no podía dejar pasar la oportunidad de sentarme frente a él, cogerle la mano, mirarle y escucharle, aunque fuera poco lo que dijera. Me había llegado muy profundo y quise devolverle aunque fuera un poco de todo lo que me había dado, sin él saberlo, acompañándole y agradeciéndole de nuevo su generosidad con las compañeras de DateCuenta, con todas.
«Ya estoy muy mayor, y desde que me he caído apenas salgo», me decía, como excusándose. Y nos cogíamos las manos y nos mirábamos, él con aquellos ojos acuosos pero muy vivos. Paco estaba atento, a un lado pero atento, no quería agotarlo. Y Antonio le mandó a buscar un ejemplar de su libro para regalarme. «Está dedicado, ¿verdad?»: había dejado firmados con pulso algo tembloroso varios de ellos. Y yo lo guardo como un tesoro.

Las manos de Antonio Torres Morales. Durante la entrevista para el proyecto Vencidxs. Málaga, 10 de mayo de 2011 | Foto: Aitor Fernández
Cuatro meses después, Aitor me llamó. «Me acaba de mandar un mensaje Paco Zugasti. Antonio Torres ha muerto esta madrugada». Y rompí a llorar. Y le mandé un mensaje a Paco. Y entre otras palabras —palabras que son solo para él, para las hijas de Antonio, para su gente—, le pedí que les dijera que su Memoria no se perdería, que no íbamos a dejar que se olvidara.
Aquel día le rendimos un pequeño homenaje desde DateCuenta, con todo nuestro cariño, con toda la responsabilidad por ayudar a mantener su Memoria viva:
Se nos ha apagado otra luz en medio de la tiniebla. Hoy nos ha dejado Antonio Torres, «un hombre normal y corriente, que en su juventud luchó con fe y lealtad para que terminaran las injusticias». Y no podemos evitar sentirnos huérfanos. No podemos.
Cuando Antonio se puso ante la cámara para ser parte de los testimonios que hoy dan vida al proyecto «Vencidxs», cuando recordaba para nosotros lo que no reflejaba su sonrisa y su calidez, nos confesó que hacerlo le dolía. «Pero entonces no me dolía. En la guerra se endurecen los corazones».
Su camino fue muy duro. Salió de Málaga con 18 años y no pudo regresar hasta haber cumplido los 27. Perdió su juventud lejos de su madre y su hermana, entre bombas, trincheras, compañeros fusilados, trabajos forzosos; entre «escenas que no se te olvidan». Marchó dejando su infancia en una Málaga «de miseria, de paro» para volver adulto a «la misma tierra de siempre», una tierra en la que «en cada pueblo había cien Francos, cien esbirros del diablo».
Con 96 años, Antonio Torres tenía la sabiduría que le impuso la vida para afirmar rotundo y certero que «en lo esencial no ha cambiado nada». Aquella CNT a la que se afilió con 14 años «ya no se ha visto nunca más». Sabía que es difícil organizar a la gente, «no quieren miseria, viven al día».
En su pensamiento no guardaba rencor a nadie, tenía la conciencia muy tranquila. «Yo he ido a la verdad. A hacer algo bueno, a ayudar». En su mente solo cabía el anhelo de una paz verdadera, el deseo de la libertad para todos.
Con 96 años, Antonio veía en la neblina de su horizonte malagueño el borroso porvenir de la juventud del siglo que le ha visto morir. «Pero ¡cuidado! Los jóvenes tenéis algo que nosotros ya no tendremos jamás». Pero hoy no podemos evitar tener un profundo sentimiento de desamparo.
No permitiremos que se borre su Memoria.

Antonio Torres en la estación de Alcázar de San Juan, camino del campo de concentración de Reus. Septiembre de 1941
Estos siete años han pasado como un soplo, como siempre sucede con el tiempo cuando miras hacia atrás. Y aunque parece que haya pasado rápido, durante este tiempo hemos seguido trabajando. Por la Memoria de Antonio, claro. Y por la de tantas otras personas que sufrieron aquella odisea criminal. Y en este picar piedra, en este desenterrar Memoria, hemos empezado a liberar los testimonios que nos prestaron tantas personas, con tanta generosidad, para dar luz al proyecto «Vencidxs». El testimonio de Antonio ha sido uno de los primeros, podéis verlo y aprender de él aquí.