Algunas cuestiones para la reflexión.
¿Qué es normalidad democrática? ¿Cuál es el correcto deber electoral a cumplir?
¿Qué es un error que debe ser enmendado? ¿Cómo puede ser un resultado desconcertante?
¿Qué conciencias deben someterse a un riguroso examen? ¿Cuáles son y dónde están las amenazas al estado de derecho?
¿Cómo conseguir una verdadera protección? ¿De qué y de quién hay que protegerse?
¿Dónde se marcan los límites entre la culpabilidad, la indiferencia, la ignorancia y la inocencia (si es que esta última existe)?
¿Qué debe definir —y qué no— el sentido cívico? ¿Por qué solo hay una forma correcta de celebrar la fiesta de la democracia?
Y, sobre todo, ¿cuándo se considerará acción política la abstención?

José Saramago, Ensayo sobre la lucidez | Foto: Mónica Solanas Gracia
«A las diez de la noche, finalmente, apareció en televisión el primer ministro. Venía con el rostro demudado, con ojeras profundas, efecto de una semana entera de noches mal dormidas, pálido a pesar del maquillaje tipo buena salud. Traía un papel en la mano, pero casi no lo leyó, apenas le lanzó alguna que otra mirada para no perder el hilo del discurso, Queridos conciudadanos, dijo, el resultado de las elecciones que hoy se han realizado en la capital es el siguiente, partido de la derecha, ocho por ciento, partido del medio, ocho por ciento, partido de la izquierda, uno por ciento, abstenciones, cero, votos nulos, cero, votos en blanco, ochenta y tres por ciento. Hizo una pausa para acercarse a los labios el vaso de agua que tenía al lado y prosiguió, El gobierno, reconociendo que la votación de hoy confirma, agravándola, la tendencia verificada el pasado domingo y estando unánimemente de acuerdo sobre la necesidad de una seria investigación de las causas primeras y últimas de tan desconcertantes resultados, considera, tras deliberar con su excelencia el jefe de estado, que su legitimidad para seguir en funciones no ha sido puesta en causa, ya que la convocatoria ahora concluida era sólo local, y porque además reivindica y asume como su imperiosa y urgente obligación investigar hasta las últimas consecuencias los anómalos acontecimientos de que fuimos, durante la última semana, aparte de atónitos testigos, temerarios actores, y si, con el más profundo pesar, pronuncio esta palabra, es porque los votos en blanco, que han asestado un golpe brutal a la normalidad democrática en que transcurría nuestra vida personal y colectiva, no cayeron de las nubes ni subieron de las entrañas de la tierra, estuvieron en el bolsillo de ochenta y tres de cada cien electores de esta ciudad, los cuales, con su propia, pero no patriótica mano, los depositaron en las urnas. Otro trago de agua, éste más necesario porque la boca se le ha secado de repente, Todavía estamos a tiempo de enmendar el error, no a través de nuevas elecciones, que en el estado actual podrían ser, aparte de inútiles, contraproducentes, sino a través del riguroso examen de conciencia al que, desde esta tribuna pública, convoco a los habitantes de la capital, todos ellos, a unos para que puedan protegerse mejor de la terrible amenaza que flota sobre sus cabezas, a otros, sean culpables, sean inocentes de intención, para que se corrijan de la maldad a la que se dejaron arrastrar a saber por quién, bajo pena de convertirse en blanco directo de las sanciones previstas en el ámbito del estado de excepción cuya declaración, tras consulta, mañana mismo, al parlamento, que para el efecto se reunirá en sesión extraordinaria, y obtenida, como se espera, su aprobación unánime, el gobierno va a solicitar a su excelencia el jefe de estado. Cambio de tono, brazos medio abiertos, manos alzadas hasta la altura de los hombros, El gobierno de la nación tiene la certidumbre de interpretar la fraternal voluntad de unión del resto del país, ese que con un sentido cívico merecedor de todos los elogios cumplió con normalidad su deber electoral, y ahora, como padre amantísimo, recuerda, a los electores de la capital desviados del recto camino, la lección sublime de la parábola del hijo pródigo y les dice que para el corazón humano no existe falta que no pueda ser perdonada, siendo sincera la contrición, siendo el arrepentimiento total. La última frase de efecto del primer ministro, Honrad a la patria, que la patria os contempla, con redoble de tambores y clarines sonantes, rebuscada en los sótanos de la más decadente retórica patrimonial, quedó deslucida por un Buenas noches que sonó a falso, es lo que tienen de bueno las palabras simples, que no saben engañar.»
Ensayo sobre la lucidez, José Saramago
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