Sentidos

Ni micro ni de género: violencia machista, machismo cotidiano

Monólogo de Pamela Palenciano en el Espai Cultural Montbarri, en Montornès del Vallès, el 21 de noviembre de 2016

El pasado 24 de noviembre, Pamela Palenciano e Ivan Larreynaga estuvieron en el centro Can Xic presentando su libro «Si es amor no duele». Habían sido invitados por el Departamento de Igualdad del Ayuntamiento de Viladecans. Durante la charla se habló mucho de la violencia que sufrimos las mujeres cada día en cualquier lugar y situación. Sin embargo, seguían apareciendo los términos «de género» y «micromachismo». Ya es hora de utilizar los nombres que le corresponden: es violencia machista, es machismo cotidiano.

Lunes, 10 de julio de 2017. Cambiando de canal me topo con una reemisión del programa «El Club de la Comedia». La presentadora, Alexandra Jiménez, está encima del escenario haciendo uno de sus monólogos. Habla sobre padres e hijos, y dice: «Admiro a los padres de hoy en día, dispuestos a echar una mano». Me cabreo: ¿dispuestos? ¿Echar una mano? ¿Acaso sus hijos no son su responsabilidad también?

Domingo, 17 de septiembre de 2017. Cañas con un amigo que acaba de volver de vacaciones. Me cuenta que, en el vuelo de vuelta, el capitán utilizó la megafonía del aparato para dar un mensaje: «Carol, perdóname. Te quiero. Dame otra oportunidad, por favor». Todo el pasaje rompió en un aplauso generalizado y emocionado. Me cabreo: ¿buscar público cómplice para forzar a una mujer a que le perdone?

Miércoles, 4 de octubre de 2017. Conversación telefónica con una amiga. Me cuenta que un hombre de su entorno más cercano lleva años cuidando a su esposa enferma. «Ha dejado toda su vida de lado para estar por ella», me dice. «A ver qué hará este hombre cuando su mujer ya no esté». Me cabreo: ¿acaso su esposa no es también parte de su vida? ¿Y qué pasa con los cientos de miles de mujeres que han sacrificado gran parte de su vida para cuidar a maridos, hijos, padres, suegros, hermanos? ¿Es que tienen, tenemos, grabado en nuestro ADN qué hacer después?

Estos son solamente tres ejemplos de comentarios que escucho habitual y repetidamente. De hombres y de mujeres. Y con cada uno de ellos me cabreo. Las personas que me los hacen, sean hombres o mujeres, se sorprenden por mi reacción. «Tampoco es para tanto». «Hija, es que no se te puede decir nada». «No, no es cierto. Puedes explicarme lo que quieras», les respondo, «pero si no ves que eso es machismo tengo mucho trabajo contigo».

Estas anécdotas, algunas de ellas, pueden verse reflejadas en los datos de desigualdad. Aunque no, no solo es desigualdad: es la relación de poder que hace siglos se adjudicaron los hombres sobre las mujeres. Según la ONU, «una de cada cinco mujeres entre 15 y 49 años ha sufrido violencia física o sexual por parte de sus parejas en el último año en el mundo». Estos son los números oficiales, que no incluyen la violencia psicológica. Muchas, muchísimas mujeres, no denuncian. No se lo dicen a nadie. Porque se sienten vacías, tristes y solas; porque las invade el miedo y la vergüenza; porque creen que será malo para sus hijos; porque no ven salida a lo que están viviendo; porque han perdido toda su autoestima; porque no saben que están siendo maltratadas; porque la dependencia emocional de su maltratador es enorme; porque creen que no va a servir de nada; porque no les da tiempo*.

Algunas de esas historias que me cuentan son las que muchas veces se definen como micromachismo. Y así pasa que como son micro- no son importantes: con ese nombre la violencia se hace pequeña, infantil, insignificante, banal. Por eso me cabreo también. Porque es imperativo que dejemos de añadir el prefijo micro. Las actitudes que reflejan estas historias son, todas, machismo cotidiano. Cotidiano y habitual.

20171216_Ni micro ni de género: violencia machista, machismo cotidiano

Feminicidio ha registrado 93 feminicidios y otros asesinatos de mujeres en 2017. Esta cifra es de la última actualización, el 10 de diciembre. Todos los datos en feminicidio.net

¿Cuántas mujeres mayores de 65 años conocéis que son víctimas del terrorismo machista ejercido, por ejemplo, por sus maridos o sus hijos? ¿Cuántas mujeres maltratadas conocéis que continúan con sus maridos o parejas porque no son económicamente independientes? ¿Cuántas veces os ha contado una mujer que pidió ayuda a su madre, a su padre, y la respuesta fue «Aguanta, es tu marido»? Y claro, muchas aguantan.

Es por tu bien, ellos no te quieren como yo. Ya sabes que no me gusta que los demás vean lo que es solo mío. Sabes que lo hago porque te quiero. Eres tonta. ¿De qué tienes miedo?, yo te quiero. Nunca te separarás de mí. Chiquita, lo nuestro es amor o muerte. Eres una inútil. Perdóname, no volveré a ser celoso ni violento. Me estás provocando. Si te mueves de aquí es lo último que haces. Guarra. Tengo todo el tiempo del mundo para agotarte. Ahora llorarás. Si no vuelves me mataré. Te voy a denunciar por no tener papeles. Zorra. Te voy a destruir la vida. Si no eres mía, no serás de nadie. Vayas donde vayas, estés donde estés, te encontraré. Evítame una desgracia para Navidad. Te vas a arrepentir toda tu vida. Hija de puta. Esto es muerte asegurada*.

Me has llevado a cometer una locura*.

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Presentación en Can Xic de Viladecans del libro de Pamela e Iván | Foto Mónica Solanas Gracia

En la charla con Pamela e Iván en Viladecans aproveché para hablar de las campañas de varios organismos institucionales —entre ellos, el Ayuntamiento de Murcia y la Xunta— contra la violencia de género.

De género.

Esa semana, además, estaba especialmente, digamos, alterada por toda la información que íbamos conociendo sobre el juicio a La Manada y el tratamiento de la misma. «¿Qué os parecen las campañas? ¿No creéis que ya es tiempo de dejar de poner el foco en las víctimas y señalar a los culpables?«. El responsable de Igualdad, un hombre, no abre la boca. Me responden dos técnicas: «Desde las instituciones hacemos lo que podemos».

Pues es insuficiente. A las mujeres nos siguen acosando, violando, vejando, insultando, maltratando, asesinando. Todo eso nos lo hacen por ser mujeres. Todo eso nos lo hacen hombres. Y lo hacen porque se sienten en el derecho de hacerlo. Porque se sienten impunes. Nos lo hacen porque son hombres que han establecido su relación de poder sobre las mujeres.

Así que no. No de género. No lo es. Basta de perpetuar también esta etiqueta falaz. Es violencia machista. Los maltratadores, los violadores, los asesinos, son hombres. De cualquier edad, de cualquier condición.

Desde mi posición fuera de las instituciones, les pido, les reclamo, les EXIJO, campañas generalizadas y masivas dirigidas a los hombres. Hace muchos años que los mensajes se dirigen a nosotras, a las víctimas: no estás sola, llama al 016 y denuncia, de esto se sale.

¿Se sale? Demasiadas veces se sale envuelta en una mortaja.

¿Cuándo vamos a pedir que dejen de gastar el dinero de nuestros impuestos en campañas que nos explican cómo nos maltratan, mujeres, hermanas? ¿Por qué no exigimos de una vez que sus campañas se centren en señalar a los maltratadores y a sus cómplices?

*Extraído de testimonios reales.
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Ana Orantes. Fotograma del programa en el que denunció los 40 años de maltrato que sufrió. 4 de diciembre de 1997.

Mañana, 17 de diciembre, se cumplen 20 años del asesinato de Ana Orantes a manos de su exmarido, José Parejo, dos semanas después de que denunciara en el programa de Canal Sur De tarde en tarde los 40 años de maltratos que habían sufrido ellas y sus ocho hijos. El asesino la mató en el patio de la casa familiar: le dio una paliza que la dejó inconsciente, la ató a una silla, la roció con gasolina y le prendió fuego. Seguía viva.

Ana se había separado del asesino en 1995, aunque la sentencia del juez la condenó a seguir viviendo con él. En el recuerdo de uno de sus hijos quedan las palabras que le dirigió el juez: «Yo no puedo separar a este hombre y a esta mujer, ¿es que no estás viendo cómo está sufriendo por ti?».

No la vamos a olvidar.

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