En muchos lugares de España hoy no toca votar. Y técnicamente hoy no es jornada de reflexión. De hecho, muchas personas reducen la jornada de reflexión al día previo a visitar la urna. Muy pocos somos los que invitamos a pensar y razonar cada día. A releer. A remirar. A hacer un ejercicio de esfuerzo para penetrar en las profundidades y no ser tontos útiles, fanáticos convencidos de unas superficies de neón con fondo de lodo y podredumbre.

(des)Memoria de cuatro décadas de neón con fondo de lodo y podredumbre. Izquierda: foto de Manel Armengol; manifestación del 1 de febrero de 1976 en Barcelona, convocatoria por la libertad, la amnistía y el estatuto de autonomía. Derecha: foto difundida por el periodista Jaime Alekos en twitter; manifestación del 26 de marzo de 2015 en Madrid, convocatoria contra la aprobación de la Ley Mordaza.
Es lo que necesita este sistema que señala a los anti-él. Y no precisamente con el dedo. Y para ello educa: para que los díscolos sean señalados. Un modelo pedagógico —no solamente el educativo, no: el modelo pedagógico se extiende a todos los ámbitos de la vida— que deslumbra también con sus neones externos para cegar sobre sus lodos y podredumbres internos. Que promueve y potencia la aniquilación de la responsabilidad, el esfuerzo, el deber, el compromiso, la voluntad. Que a través del lenguaje distorsiona la Memoria, por ejemplo para que lo que fue un pacto entre corruptos, entre mafiosos, se haya convertido en una modélica Transición. Que también fragmenta y destruye la Memoria a través de sustitutos; imágenes estáticas o en movimiento que se descontextualizan para que pierdan su poder, el mismo que tiene nuestra Memoria: su carácter radial, la capacidad de hacer asociaciones por experiencia.
Decía Rouault, el pintor parisino que nació a la luz de las bombas gubernamentales, que “En esta vida todos somos refugiados.” Si eso es cierto, algo a lo que opongo resistencia por las connotaciones negativas, os invito a que os refugiéis en Mirar. Que leáis a John Berger —aunque sea estos breves fragmentos que aquí os trascribo— como si fuera el último rincón de este desquiciado mundo en el que pudieseis refugiaros de los neones que esconden lodos y podredumbres. Que visitéis o no hoy la urna, reflexionéis —no solo hoy: hacedlo cada día— sobre unas palabras de José Luis Sampedro que me acompañan allí donde vaya: «…hay una conducta más escandalosa que la de los malvados y es el silencio de los hombres «buenos» que callan y miran para otro lado sin protestar de las maldades.»
Extractos del libro Mirar:
«El mundo real ha sido sustituido por su reproducción, con medios tan fascinantes como la fotografía, el cine, la televisión o Internet, convertidos en coto de caza y parque temático del comercio y, por tanto, del poder. Los medios de comunicación de masas convertidos en agentes de festejos del pensamiento único. La realidad travestida en espectáculo; reducido el ciudadano a cliente y espectador que no comprende ni puede comprender, y al que se le dice, por ejemplo, que gracias a la televisión está en condiciones de “asistir a la historia en directo”, aunque esa historia sea incomprensible y su papel en ella haya quedado reducido al que entretiene la espera de la muerte. La desconexión, discontinuidad, opacidad y misterio de la fotografía no ha hecho sino redoblarse con el uso que de ella hace la televisión, con unas formidables consecuencias ideológicas y filosóficas que los periodistas, nuevos correveidiles del estado de las cosas, no se atreven ni a mentar, salvo algunos francotiradores como el polaco Ryszard Kapuscinski, que se atrevió a diagnosticar: “Los medios han difundido la consigna: la lucha no da resultados”. No es de extrañar que Susan Sontag llegara a enmendarle la plana hasta al autor de En busca del tiempo perdido: “En cierto modo, Proust no supo ver que las fotografías no son tanto un instrumento de la memoria como una invención o un sustituto de ésta”. Es decir, un robo fraudulento de la historia.
«El asunto es volver a mirar como si fuera la primera vez, pero sin desdeñar lo aprendido a lo largo del camino de la experiencia y de la vida»
Alfonso Armada, del prólogo a Mirar
«La normalización significa que los diferentes sistemas políticos que comparten el control de casi todo el mundo pueden intercambiarse todo, con la única condición de que nada sea radicalmente cambiado en ninguna parte. […] Una época de esperanzas le anima a uno a pensar en sí mismo como un ser intrépido. Uno debe hacer frente a todo. Parece que el único peligro fuera la evasión o el sentimentalismo. La dura verdad ayudará a la liberación. Este principio se integra de tal forma en nuestro pensamiento que llegamos a aceptarlo sin más. Uno es consciente de que las cosas podrían ser distintas. La esperanza es una lente maravillosa. Nuestros ojos se acoplan a ella. Y con ella podemos examinar cualquier cosa. […]

‘Mirar’, Editorial Gustavo Gili
«El enfrentamiento con un momento de agonía fotografiado puede enmascarar otro enfrentamiento mucho más amplio y urgente. Por lo general, las guerras que se nos muestran se están llevando a cabo en “nuestro nombre”. Y lo que nos enseñan de ellas nos horroriza. El siguiente paso debería ser el enfrentarnos con nuestra propia falta de libertad política. En los sistemas políticos en los que se dan, no se nos ofrece la oportunidad legal de influir de una forma decisiva en la dirección de unas guerras libradas en nuestro nombre. El darse cuenta de esto y el actuar en consecuencia es el único modo eficaz de responder a lo que muestra la fotografía. Sin embargo, la doble violencia del momento fotografiado funciona de hecho con esta toma de conciencia. Por eso se pueden publicar con toda impunidad. […]
«Las fotografías son reliquias del pasado, huellas de lo que ha sucedido. Si los vivos asumieran el pasado, si éste se convirtiera en una parte integrante del proceso mediante el cual las personas van creando su propia historia, todas las fotografías volverían a adquirir entonces un contexto vivo, continuarían existiendo en el tiempo, en lugar de ser momentos separados. Es posible que la fotografía sea la profecía de una memoria social y política todavía por alcanzar.»