La plaga del siglo XXI. Así es como muchos llaman al SIDA. En una sola palabra, el SIDA es una enfermedad. Lo que lleva a pensar en medicamentos. Eso remite directamente a farmacéuticas. Y es cuando empiezan los problemas: las farmacéuticas son empresas cuya finalidad es obtener beneficios. Y para ello pasan por encima del derecho a la vida de las personas. De millones de personas.
Fire in the blood (‘Fuego en la sangre’). Así se llama el documental dirigido por Dylan Mohan Gray. En 84 minutos de duración, la película explica cómo las industrias farmacéuticas occidentales y los gobiernos han bloqueado el acceso a antirretrovirales de bajo coste para los países más pobres del globo, para los pobres de cualquier rincón de la tierra: de los 15.000 dólares por año que cobraban por el tratamiento podía pasarse, sin que los empresarios dejaran de obtener beneficios, a menos de 300. Sin embargo, costó millones de vidas conseguir el acceso a la medicación a ese precio.
Las farmacéuticas blandían sus patentes para mantener los medicamentos genéricos fuera del alcance de esos millones de personas. Los gobiernos, la OMS, cómo no, se doblegaban a los deseos de empresas como Phizer, Abbott, Roche. Llegaron incluso a interponer una demanda a la Organización Mundial del Comercio para blindar sus valiosas patentes, que les aseguraban el monopolio absoluto del mercado. Empresas que solo destinan, de media, un 12% de la inversión a I+D. El resto proviene de gobiernos y consumidores de medicamentos. “Pagamos varias veces toda nuestra medicación”. ¿Y en qué invierten? Principalmente en publicidad y marketing. Y en campañas para denigrar los medicamentos genéricos, haciendo referencia a su lugar de fabricación: La India, entre otros. Curiosamente, el mayor proveedor de materias primas para la fabricación de medicamentos de las farmacéuticas estadounidenses es La India.
También invertían en campañas que convencían a la opinión pública del peligro de dar los antirretrovirales a personas “que no utilizan reloj para medir el tiempo, que se guían por el sol”. El argumento era simple: si la medicación no se toma correctamente no solo no hace efecto, si no que el virus tiene tiempo de mutar para adaptarse, lo que podía acabar convirtiéndose en una pandemia mortal en occidente. Fuego en la sangre relata muchos más datos escalofriantes, a través de testimonios como el de Zackie Achmat, activista contra el SIDA y por los DDHH; Edwin Cameron, magistrado de la Corte Constitucional de Sudáfrica; William Haddad, padre del movimiento americano en favor de los genéricos y periodista de investigación; Yusuf Hamied, científico indio; James Love, activista por la democratización del conocimiento; Donald McNeil, periodista científico del New York Times; Peter Mugyenyi, una autoridad en el tratamiento del SIDA en África; Peter Rost, antiguo vicepresidente de la farmacéutica Pfizer; Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía; Desmond Tutu, Premio Nobel de la Paz.
“Espero que Fuego en la sangre abra una gran cantidad de ojos de las personas a la inhumanidad fundamental y la insostenibilidad de la configuración del sistema actual, así como la necesidad urgente de cambiar la gestión de la investigación de medicamentos que salvan vidas, de manera que los resultados lleguen a toda la población”. Mohan Gray espera que su trabajo produzca cambios en las políticas que permiten que este sistema se mantenga. Es cierto que 10 millones de personas reciben hoy los tratamientos a precios absolutamente asequibles, y que el número de personas diagnosticadas sigue aumentando, pero el SIDA “se sigue cobrando un millón y medio de vidas al año”: 4.000 muertes al día. “Tal vez, en un par de décadas, podamos decir que la batalla está ganada”, explica Cecilia Ferreyra, especialista en VIH/sida de MSF.
Cerca de 18 millones de personas no están recibiendo el tratamiento. Falta acceso a las pruebas de diagnóstico. Mujeres embarazadas y niños que mueren olvidados por las farmacéuticas y los gobiernos. Tratamientos que llegan tarde. Personas que no pueden acceder al tratamiento por no poder costeárselo, por ser discriminadas por su condición. Queda mucha batalla por pelear.
Aquí podéis ver el documental.
Hola Mónica,
no he tenido la oportunidad de ver el documental, pero recuerdo haber leído un escandaloso caso sobre estos criminales:
Frente a la negativa de las farmacéuticas de suministrar retrovirales a bajo coste, el Gobierno de Sudáfrica negoció la compra de dichos medicamentos a la India, ya que su ley de patentes (con plazos inferiores a 20 años) permitía la fabricación de dichos medicamentos como genéricos.
La presión de los gobiernos estadounidense y alemán protegiendo a sus farmacéuticas no se hizo esperar, y obligaron al gobierno indio a modificar su legislación al respecto, frustrando de esta manera el ambicioso y humanitario plan del gobierno sudafricano y condenando de paso, a millones de pobres e infectados al sufrimiento y la muerte.
Siento no poder recordar el asunto con más detalle, pero en todo caso, espero que quede reflejada la escalofriante, psicópata y amoral conducta de las multinacionales y de «nuestros» gobiernos.
Abrazos!!!
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En el documental explica perfectamente eso que cuentas, pero no quería desvelar más contenido. Creo que es una película que deberían ver todos los habitantes del mal llamado Primer Mundo.
¡Un abrazo!
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