Nada de lo ya transcurrido es un pasado definitivamente cerrado. El pasado dura en el presente y participa en la formación del futuro
Hoy hace 80 años que nació Ryszard Kapuscinski. Para mí, para los que como yo nos cruzamos por primera vez con sus escritos durante nuestros estudios de periodismo, hoy es un día triste porque no podemos celebrar ocho décadas de vida de un corresponsal de prensa. Pero sobre todo, ocho décadas de vida de un hombre bueno, de una persona que buscó, a través de aquello que le apasionaba ―su oficio― crecer y formarse como persona por y para el otro.

Portada de ‘Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo’ de Ryszard Kapuscinski. Editorial Anagrama, colección Crónicas | Foto: Mónica Solanas Gracia
A lo largo de su carrera publicó varios libros. De hecho, todavía sigue apareciendo algún título cinco años después de su muerte. Ninguno de ellos, bajo mi punto de vista, tiene desperdicio. No importa que uno sea o no periodista: son documentos de una profundidad y una sabiduría que cualquier persona que se precie de serlo debería leerlos. Pero siendo hoy el día que es, y en el actual contexto de manipulación informativa a nivel global en el que nos encontramos inmersos, quiero destacar una de sus obras por encima del resto. Es un libro breve, que recoge una entrevista y dos encuentros con Kapuscinski, Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo, editado por Anagrama. El común denominador fue el buen hacer periodístico: su finalidad y objetivos, o los que deberían ser; el trabajo del periodista, cómo llevarlo a cabo para desarrollar una labor buena, útil, efectiva para la sociedad.
Uno de sus primeros trabajos fue como enviado en África para una agencia polaca. Vivía en el continente y fue espectador de guerras y revueltas al fin de la era colonial. Su nacionalidad, «europeo de serie B», y la falta de medios, facilitó su integración en el continente, no con los barrios europeizados. «…para tener derecho a explicar se tiene que tener un conocimiento directo, físico, emotivo, olfativo, sin filtros ni escudos protectores, sobre aquello de lo que se habla». Mimetizarse, ser uno más, que ríe, que sufre, que vive con y como ellos. Y todo ello le dio la capacidad de traducir o entender signos que se transmitían entre los ciudadanos. «…en nuestro oficio a menudo es necesario prestar mucha atención no tanto a las cosas que nos llegan a través de la radio, de la televisión, o en las conferencias de prensa, como a lo que simplemente está a nuestro alrededor y que pertenece, precisamente, a los imponderabilia»: el mundo que nos rodea, colores, temperaturas, atmósferas, climas…todo eso que es difícil de definir pero es parte esencial de la escritura. «Es erróneo escribir sobre alguien con quien no se ha compartido al menos un poco de su vida»
De entre las características que Kapuscinski destaca que debe tener todo corresponsal de una agencia de prensa, quiero llamaros la atención sobre algunas que me parecen substancialmente vitales: debe ser testigo de todos los acontecimientos de relevancia, saber lo que está ocurriendo, pero también lo que ocurrió allí antes y lo que puede suceder en el futuro; no puede ser un buen periodista aquel «que desprecia a la gente sobre la cual escribe», debe saber que tanto en política como en la vida es necesario saber esperar, y saber también que todo aquel que empuña un hacha lo hace en defensa de su dignidad; debe ser curioso y lo suficientemente optimista como para pensar que los seres humanos son el centro de la historia; y por supuesto haber entendido que el concepto de totalidad existe en la teoría, pero nunca en la vida; «el que no sabe preguntarse cuál es el alcance de una noticia y si es más lo que se dice o lo que se calla. El que cree en la objetividad de la información, cuando el único informe posible siempre resulta personal y provisional». Si el periodismo consiste en investigar y describir el mundo contemporáneo, en constante, profundo, dinámico y revolucionario cambio, el periodista debe profundizar incansablemente en sus conocimientos. «Es imposible vivir en el mundo contemporáneo sin cambiar y sin adaptarse»
«Para los periodistas que trabajamos con las personas, que intentamos comprender sus historias, que tenemos que explorar e investigar, la experiencia personal es fundamental. La fuente principal de nuestro conocimiento periodístico son los otros. Los otros son los que nos dirigen, nos dan sus opiniones, interpretan para nosotros el mundo que intentamos comprender y describir. No hay periodismo posible al margen de la relación con los otros seres humanos. La relación con los seres humanos es el elemento imprescindible de nuestro trabajo». Solamente siendo buena persona «se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino»
La empatía, mediante la que se puede comprender el carácter del interlocutor y compartir de forma natural y sincera el destino y los problemas de los demás, es el único modo correcto de hacer este trabajo. Para conseguirlo debemos desaparecer, «olvidarnos de nuestra existencia», existir solamente como individuo que lo hace para los demás, para compartir con ellos sus problemas e intentar resolverlos, o por lo menos describirlos. Sin afecto hacia la realidad, nos cerramos a ella, y sólo atendemos a aquello que subjetivamente nos interesa para nuestro proyecto. El prejuicio general es que el otro sólo es bueno si nos sirve. Lo que hace que no estemos abiertos a aquel dato nuevo, imprevisible, que nos puede hacer cambiar de opinión, de forma de pensar. «La clave de todo está en el interés recíproco»
«Todo periodista es un historiador». Investigar, explorar, describir la historia en su desarrollo: tener sabiduría e intuición de historiador es una cualidad fundamental. El buen periodismo y el malo se diferencian muy fácilmente: en el primero, además de la descripción de un hecho, explica también por qué ha sucedido. El mal periodismo sólo hace una descripción, sin ninguna conexión o referencia al contexto histórico, no señala cuáles son las causas, los precedentes. Decía Bourdieu que el periodista no quiere aburrir y simplifica los contenidos: lo que debería hacer el periodista es dar razones de lo que expone a los receptores de su información para ayudarles a juiciar. «Cada uno de nosotros ve la historia y el mundo de forma distinta», estamos en una realidad simulada, necesitamos encontrar en el otro lo que nos haga cambiar nuestros juicios para poder ver la realidad real.
A esa realidad simulada debemos añadir el impacto de los medios de comunicación como transmisores de la información. «Desde el desarrollo de los medios de comunicación en la segunda mitad del siglo XX, estamos viviendo dos historias distintas: la de verdad y la creada por los medios. La paradoja, el drama y el peligro están en el hecho de que conocemos cada vez más la historia creada por los medios de comunicación y no la de verdad. […] Los medios de comunicación crean su propio mundo y ese mundo suyo se convierte en más importante que el real.
Hoy lo importante es el instante; pero la razón del hombre es histórica, entiende en el tiempo. La actualidad es tan rápida que es imposible encontrar el significado: no hay tiempo para relacionar pasado con presente y prever el futuro con lo que sabemos del pasado y del presente. «…es muy importante prestar mucha atención al lector (o telespectador) al que nos dirigimos». El periodista siempre sabe más de un hecho que su receptor, que a menudo no sabe nada del mismo. El periodista debe ser muy equilibrado, debe introducir a la comprensión del acontecimiento diciendo qué ha sucedido antes. Hay que ser muy cuidadoso: el periodista está en la zona que crea la noticia durante un tiempo limitado y luego se va, incluso puede que no vuelva nunca más. Pero los otros continuarán viviendo allí, y «nuestras palabras» pueden repercutir en ellos negativamente.
«…nuestra profesión no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea un cínico». Kapuscinski considera que hay que diferenciarlo de ser escépticos, realistas, prudentes, lo cual, según él, es necesario para hacer periodismo. Pero el cinismo, dice, es incompatible con el periodismo, porque «es una actitud inhumana, que nos aleja automáticamente de nuestro oficio, al menos si uno lo concibe de una forma seria». Y sigue hablando, hablando del gran periodismo, que es el que realmente le interesa, el que busca tener un significado y una correspondencia con la realidad, y no ese otro que encontramos con frecuencia interpretado detestablemente. «…cada año más de cien periodistas son asesinados y varios centenares más son encarcelados o torturados. (…) Quien decide hacer este trabajo y está dispuesto a dejarse la piel en ello, con riesgo y sufrimiento, no puede ser un cínico». Nadie que esté dispuesto a enfrentarse a las difíciles condiciones a las que enfrenta el ser periodista, buen periodista, puede ser un cínico. El buen periodista busca el significado; es el otro el que le permite hacer experiencia de ese significado, es el otro lo que despierta en él la pregunta. Por lo tanto, la apertura al otro es la mejor manera de acercarse e ir creciendo. Y para abrirse al otro es necesario sentir afecto por ese otro.
La labor periodística de Ryszard Kapuscinski evolucionó de una forma muy personal y diferente a la inmensa mayoría de periodistas. «La suya es una historia de individuos, de existencias analizadas en su materialidad, totalmente antiideológica. Nunca es tendenciosa y, sin embargo, nunca es indiferente». El periodista polaco que hoy cumpliría 80 años creía firmemente que existe un significado: su forma de trabajo consistía en experimentar primero para conocer y llegar a él, sin empezar el camino con prejuicios. Hoy no celebraremos su cumpleaños, pero podremos seguir recordando su buen hacer y aprendiendo del que fue, sin duda, un gran periodista y un gran hombre.
Lo único, lo exclusivo, lo irrepetible de cada persona, de su sino y de su historia, constituye tal vez el fenómeno más importante del mundo
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Veo, compa Moni, que tu veneración por Kapuscinski alcanza un grado extraordinario. Yo, desgraciadamente, apenas lo conozco por alguna referencia muy liviana (entrevistas, algún reportaje sobre su figura), no he leído nada de su trabajo, ni artículos, ni libros, nada; y bien que me gustaría ponerme a ello, porque esas referencias a las que antes aludía (y a la que ahora se suma la tuya) apuntan a una figura de un nivel intelectual y humano impresionante.
En cuanto a esos extractos que transcribes de su libro, hay apreciaciones con las que estoy de acuerdo totalmente, y otras a las que quizá tendría que hacerle algún matiz; fundamentalmente, en lo que atañe a una suerte de ‘conexión emocional’ (llamémosle empatía, bien…) que a él parece resultarle, no ya solo deseable, sino incluso necesaria para hacer un buen periodismo, cosa que yo no tengo tan clara. ¿Dónde pones el límite en que esa empatía puede llegar a distorsionar tu mirada? ¿Dónde termina la comprensión y se traspasa esa fina línea en que ésta pasa a convertirse en justificación, cuando no excusa? No sé, a mí esa perspectiva no me termina de convencer, aunque también tengo claro que no se puede hacer periodismo desde la ignorancia, el desprecio o el desinterés por aquello que se narra. Una cuestión, en suma, de eso del ‘punto medio’ (tan complicado de hallar).
Otro matiz, sobre la ‘contextualización’ (y perdón por el palabro). Me pasa lo mismo que con la empatía; por supuesto que es importante situar la información, los hechos, en un contexto (con perspectiva de pasado y de futuro), pero de ahí a dejar que esa visión del contexto ‘intoxique’, o condicione, o distorsione, la mirada cruda, limpia y dura sobre los hechos, también hay un paso muy liviano, muy tenue. O sea, otro tema complicado.
En fin, supongo que puede parecer (y, probablemente, lo será) presuntuoso que un tipo como yo, que ni siquiera es periodista, le enmiende, de alguna manera, la plana a un grande como Kapuscinski. Pero quería transmitirte esas pequeñas objeciones, porque son ideas que me han ido surgiendo al hilo de la lectura; supongo que también requerirían una formulación algo más elaborada, con mayor enjundia y fundamento. Pero, por hoy, lo dejamos ahí y así. Seguiremos, seguiremos. Y muchas gracias por acercarme, acercarnos, a un personaje tan fundamental.
Un fuerte abrazo y seguimos trasteando.
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Manuel, son muy acertadas tus puntualizaciones, mucho. Muchas gracias por hacerlas, por explicarlas tan bien explicadas y enriquecer este post que, como bien has visto, está hecho desde mi profunda admiración por este periodista.
Kapuscinski tenía una forma muy particular de entender su trabajo, una forma que yo entiendo y comparto. Pero ningún método es infalibre, ni sirve para todos por igual. Empatía y contextualización son palabras grandes, que darían para una formulación más elaborada como tú bien dices. Supongo que su particular contexto fue el que le hizo trabajar como lo hacía. Y no creo que sea para nada presuntuoso que «le enmiendes», al contrario, demuestra empatía en base a una conversación constructiva. Te lo agradezco enormemente.
Y por supuesto, seguimos trasteando. Un fuerte abrazo.
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