Lapidarium

Desesperación, rabia. Solidaridad

Hay días en los que me inunda la desesperación. Me despierto por la mañana y siento en el pecho una bola de plomo que me oprime. Me cuesta más o menos rato digerirla, pero siempre lo consigo. Alguna vez me han dicho es que te implicas demasiado en las cosas, tienes que tomar distancia y ser fría. Tomar distancia y ser fría. Sinceramente, ni les escucho ni lo intento. Si lo hiciera ya no sería yo. Y yo soy como soy porque quiero mirar y quiero escuchar. Y quiero implicarme y digerir mis bolas de plomo.

20120712_Desesperación, rabia. Solidaridad

Desesperación, 1949 | Roberto Montenegro | Colección Andres Blaisten

Seguramente sería más fácil no mirar a los lugares incómodos, no escuchar palabras demoledoras. Pero no puedo hacerlo, no quiero hacerlo. Prefiero que la “casualidad” (en la que no creo) me lleve a encontrarme delante de una persona en la cola de un súper de mi pueblo, con un pequeño en brazos y otro niño cogido de la mano, a la que la cajera le dice que debe dejar parte de su compra porque no tiene suficiente dinero. Aquel día la “casualidad” quiso que me encontrara allí, que pudiera llevarse toda su compra (un paquete de arroz y otro de lentejas, dos tetrabriks de leche, una barra de pan, unas pocas patatas y unas pocas cebollas); la “casualidad” quiso que mirara a mi alrededor y viera cómo el resto de personas de la cola volvían la cabeza hacia otro lado. La “casualidad” quiso que fuera consciente de la enorme frialdad en los ojos y las palabras de aquella cajera cuando se dirigió en tono metálico a aquella madre. La “casualidad” quiso que la desesperación y la vergüenza de sus ojos, los de aquella joven madre, me hicieran sentir por enésima vez una rabia incontrolable por todos esos que estaban a nuestro alrededor mirando hacia otro lado, contribuyendo a su sentimiento de vergüenza e ignorando su desesperación.

La desesperación no es buena consejera. La rabia tampoco. Aquella tarde las dos controlamos nuestros sentimientos sintiéndonos reconfortadas la una con la otra, por habernos encontrado por “casualidad”. Pero muchas son las personas que, cada vez más, sienten una u otra cosa, o las dos a la vez. El otro día un amigo me contaba cómo, en la farmacia de su barrio, pagó los medicamentos de una señora mayor porque no tenía dinero para abonar el euro sanitario que ahora nos han impuesto en Cataluña. He buscado farmacias insumisas y no las he encontrado. No lo tengo fácil: ese euro que por imposición legal estamos obligados a pagar va a cuenta del dinero que les deben desde Sanidad. Y el negoci és el negoci, ya se sabe, no se puede hacer otra cosa. Aquel día, de nuevo, la “casualidad” quiso que mi amigo y aquella señora se encontraran y ella pudiera llevarse sus medicamentos, su calidad de vida; tal vez su seguro de vida. Igual que yo, él también sintió una rabia inmensa, por la “tristeza y la desesperación de aquella pobre mujer” y por la indiferencia de todo el resto de personas que estaban en el local.

Desesperación. Rabia. Podemos empezar a combatirla con solidaridad. No voy a entrar en lo que realmente deberíamos hacer para erradicar este sistema podrido, porque ese es otro discurso. Estoy hablando de convertirnos en mirones y escuchones activos. Estoy hablando de ayudarnos, de tender una mano si vemos que a nuestro lado hay alguien que la necesita. Estoy hablando de escoger la opción de la bola de plomo en el pecho. Karl Popper escribió que «la ignorancia es una postura activa, es negarse a poseer conocimiento, es un rechazo del saber: el antisaber». Incluso el Eclesiastés reza «Quien reúne saber reúne dolor». Saber es muchas más cosas de lo que pensamos. Saber es también ser conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor, es tener las herramientas que puedan cambiar ese entorno nuestro; fijaos que os he hablado de un entorno muy cercano, pequeño. Por ahí se puede empezar a aplicar la solidaridad. Y hay muchas más cosas que pueden hacerse, no tan solo pagar la alimentación y la salud: puedes también salir a la calle aunque no seas ni funcionario ni minero, por ejemplo. Solo hace falta querer mirar, solo es necesario decidir escuchar.

Imagen parcial de un cartel, La Digna Rabia

Imagen parcial de un cartel, La Digna Rabia

¿Qué hiciste entonces que no habrías debido hacer?

“Nada”

¿Qué no hiciste que habrías debido hacer?

“Tal y tal cosa, esto y aquello: algo”

¿Por qué no lo hiciste?

“Porque tuve miedo”

¿Por qué tuviste miedo?

“Porque no quería morir”

¿Murieron otros porque tú no querías morir?

“Creo que sí”

¿Todavía tienes algo que decir sobre lo que no hiciste?

“Sí: preguntarte qué habrías hecho tú en mi lugar”

No lo sé y no puedo juzgar tu caso. Solo se una cosa: mañana no vivirá ninguno de nosotros si hoy, una vez más, no hacemos nada.

Erich Fried, Conversación con un superviviente

10 pensamientos en “Desesperación, rabia. Solidaridad

    • Gracias por leerme y por tu aportación. Estoy de acuerdo contigo, el arte es un medio perfecto para expresar todos nuestros sentimientos. De hecho, considero la escritura un arte, y escribo también con ese objetivo y esa perspectiva. Un fuerte abrazo.

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  1. Yo tengo la teoría de que hay dos tipos de perspectiva: la de espacio, más cercana, más evidente, y la de tiempo, que precisa de éste para lograrse y falta mucho para que podamos juzgar convenientemente esta época que nos ha tocado vivir.

    Solo hay dos formas de tomar distancia: no sentir (como les ocurre a los psicópatas) y haber sentido por encima de nuestras posibilidades. La primera supone uno de nuestros mayores problemas (y casi nadie se ocupa de él) y la segunda es nuestra mayor tragedia (muchas veces, por desgracia, inevitable).

    Tienes mucha razón cuando reclamas solidaridad, una forma elevada de valentía muy necesaria en estos tiempos tan duros que nos esperan. Me han contado muchos ejemplos de ella en los tiempos de la guerra y la posguerra.

    La rabia no sirve de nada, pues ciega la poca conciencia que nos queda. Lleva a la destrucción y esta es una época para construir. Así que apretemos los dientes y miremos al frente sin olvidar nunca lo que vamos dejando atrás.

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    • La rabia la reconvierto en energía para avanzar y no quedarme llorando en un rincón, Gonzalo. Intento que no vaya más allá de eso. Procuro que sea motor de construcción en el espacio cercano, de recuerdo del tiempo pasado.

      Gracias por tu reflexión, gracias porque me parece muy interesante.

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  2. A veces mirar a tu alrededor duele. No por eso hay que dejar de hacerlo. Una vez más, cuentas muy bien lo que tantas veces siento. Gracias por compartir conmigo tus pensamientos, siempre me gustan!

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  3. Como siempre, Manuel, un placer tu visita y tus palabras.

    ¿Sabes? Hay una frase que me encanta por muchas cosas: «Haz gestos, los pequeños gestos son poderosos». Intento aplicarla siempre que puedo.

    Un abrazo y feliz semana plena de gestos.

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  4. Está claro, compa Moni, que apelar a la inutilidad de los pequeños gestos (claro, ¿quién lo duda?; con ellos, no arreglas el mundo, ni acabas con sus injusticias…) no deja de ser, en muchas ocasiones, más que un subterfugio para negarnos a hacer lo que está a nuestro alcance. Y, a la espera de los grandes arreglos y las grandes justicias, hacen falta los pequeños gestos, son necesarios, aunque cueste arrancar. En fin…

    Un abrazo y buena semana.

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  5. moni, desde muy muy lejos te sigo leyendo……

    este me ha llegado al alma, muy humano pero muy firme…. has abandonado la neutralidad, ERA NECESARIO…….

    fue casualidad, pero…..

    felicidades y sigue, necesitamos tus disparos de cruda realidad, a mí son los proyectiles que más me gustan

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    • Gracias por leerme y por tus palabras. Este no podía ser neutro, aunque creo que ninguno de mis post lo es; tampoco creo que pudiera ser impersonal, que es lo que creo que son algunos de mis post. Y no, esta vez no ha sido casualidad.

      Seguiré disparando proyectiles de cruda realidad.

      Un beso

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