Fragmentos

El periodismo de investigación que fue: el caso Watergate

Hoy, viendo pasar imágenes de las noticias que emite el televisor, me ha dado por pensar en ese oficio que cada vez se ve menos en el mercado de la información: el periodismo de investigación. Lo más parecido que tenemos hoy es Julian Assange y su WikiLeaks. Y se han convertido en un circo mediático, han dejado de ser emisor y medio para pasar a ser el cuerpo de la noticia. Y me he acordado de Woodward y Bernstein y de su gran pelotazo: el Watergate.

20120603 El periodismo de investigación que fue: el caso Watergate

Julian Assange, fundador de Wikileaks. Conferencia de prensa en Londres, 23 de octubre de 2010 | Foto: Felipe Trueba (EPA)

No os descubro nada nuevo si os digo que el caso representó una revolución política, periodística y social en los Estados Unidos de la década de los 70. Ninguna otra noticia en la prensa había desencadenado tantos cambios como este caso en el panorama de aquel momento. En mayo de 2005, Bob Woodward y Carl Bernstein desvelaron la identidad de Garganta Profunda, con lo que el caso estaba cerrado. ¿O no es así? Woodward afirmó que «nunca hay una versión final de la historia»

Hagamos una brevísima sinopsis de los hechos: el 17 de junio de 1972 fueron detenidos cinco ladrones en el edificio Watergate, sede del Partido Demócrata en Washington. La prensa se hizo eco de la noticia: lo que no sabían en aquel momento es que no se trataba de un simple robo, sino que formaba parte de una trama de espionaje organizada por la Casa Blanca y el comité de reelección de Richard Nixon. Woodward y Bernstein, reporteros del Washington Post, desentrañaron la compleja tela de araña gracias, en gran medida, a tal vez la fuente más famosa hasta el momento: Garganta Profunda.

En 2005, Bob Woodward publicó El hombre secreto. La verdadera historia de «Garganta Profunda». En esta nueva entrega de la saga Watergate ―anteriormente había escrito, en coautoría con Bernstein, Todos los hombres del presidente (1974) y Los últimos días (1976)―, Woodward se propuso «escribir la historia en su totalidad […]. Quería reflejar lo que ocurrió de una forma clara, sincera, sin esconder nada». Su objetivo era explicar los hechos que acontecieron desde que conoció a Mark Felt, una cronología con nombres y apellidos necesaria para esclarecer el caso y cerrarlo. También buscaba respuestas a los motivos de Felt para hacer lo que hizo, que, no voy a engañaros, quedan en meras hipótesis. Garganta Profunda nunca habló de ello. «Me siento decepcionado y un poco enfadado conmigo mismo y con él por no haberle sacado nunca una explicación más rigurosa y una exposición más nítida de sus razonamientos y motivaciones»

El libro empezó a gestarse en 1992: habían pasado veinte años del escándalo y Woodward aún se sentía fascinado por él. Quería ahondar en el personaje, el «célebre y misterioso confidente anónimo». Narra la trayectoria del periodista, empezando por el momento en el que conoció a Mark Felt. Corría el verano de 1969 y trabajaba para la Marina estadounidense, lo que permitió el encuentro fortuito. A partir de ahí, se sucede el relato de cómo su relación tutor-alumno pasó a ser relación con una fuente. El 15 de septiembre de 1971 Woodward entra en la plantilla del Post, y ése es el punto de inflexión en esta relación: para Felt era «fundamental […] asegurar la confidencialidad total […] no contarle a nadie […] que nos conocíamos o que habíamos hablado». La fuente le señalaba la dirección correcta y el periodista confirmaba la historia a través de otros canales. Con el caso Watergate establecieron las normas de su relación fuente–periodista: “un pacto de confianza”, “secreto profesional”, ningún dato específico sino apoyo. Tras la jubilación de Mark Felt, el 22 de junio de 1973, y la publicación del libro Todos los hombres del presidente, en abril de 1974, la relación entre ellos cambió. «La confianza que Felt había depositado en mí ya se había visto mermada a raíz de todo lo que se publicó en nuestro libro…». Felt pasó de ser testigo en los juicios a ser acusado y declarado culpable, para finalmente recibir un perdón total e incondicional del nuevo presidente Reagan. Durante todo ese tiempo los contactos con Woodward fueron escasos y crispados, Felt estaba enfadado, y su ira crecía cuando el periodista le planteaba la posibilidad de revelar su identidad. Muchos fueron los que intentaron desvelar la identidad de Garganta Profunda: periodistas, estudiantes universitarios, ex funcionarios de la Casa Blanca… Sin embargo, Woodward se mantuvo fiel a sus principios y no habló de la identidad de su fuente hasta que ella misma decidió hacerlo. Fue en la revista Vanity Fair, a mediados del año 2005, bajo el titular “Yo soy el tipo al que llamaban Garganta Profunda”. Con la confirmación por parte de Woodward y Bernstein, el caso estaba cerrado.

Hay que tener claro que este libro no es un nuevo estudio sobre el caso Watergate. Se trata de desentrañar los misterios que envolvían a Mark Felt y sus circunstancias. Tal vez es por eso que un lector que no conozca el caso en profundidad pueda llegar a perder el hilo narrativo. A la sucesión de nombres, conexiones e intrigas se suma la intención intrigante que el autor incluye a lo largo del relato: en ciertos momentos parece una novela policíaca en clave de misterio, a veces de una rapidez vertiginosa. En cierta manera se puede llegar a pensar que es un nuevo producto mediático, comercial y competitivo en el actual mercado. No obstante, el análisis que el autor hace de su relación con las fuentes, y en particular con Garganta Profunda, y todo lo que ello implica, confianza, protección, presiones, anonimato, secreto profesional, él sabía y yo no… es una buena aportación para esclarecer los hechos que desencadenaron la dimisión de Nixon. Carl Bernstein, en su colaboración al final de la obra, recalca este hecho. Pero también otros que deben tenerse en cuenta: «la historia siempre controla a los reporteros», tener claros los objetivos de la investigación, el trabajo autónomo por parte de los reporteros con respecto a la dirección del medio y sobre todo la convergencia de varias fuentes y no una para esclarecer una historia.

Se puede teorizar sobre los motivos que tuvo Felt para filtrar información al joven reportero. Woodward lo hace extensamente en el capítulo 8: una manera de proteger la integridad del FBI por clandestina que fuese, resentimiento hacia la Casa Blanca de Nixon en sus intentos de manipulación política del Buró, venganza por no ser elegido sucesor de Hoover, su gusto por el juego del espionaje. La defensa por parte de Felt sobre que el fin justifica los medios, tanto en el caso de las escuchas a King como en los allanamientos a hogares del entorno de los miembros de la Weather Underground Organization, podría considerarse, como bien dice el autor, una forma de defender su actuación con respecto al caso Watergate: «Felt tenía dos caras (…). Y no necesariamente ambas tenían por qué encajar del todo»

 

El hombre secreto. La verdadera historia de Garganta Profunda

Robert Upshur Woodward

Inèdita Editores, Barcelona, 2005

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