-[…] No estoy escribiendo. Y no es una novela. Es una historia con hechos y personajes reales. Un relato real.
-Da lo mismo. Todos los buenos relatos son reales, por lo menos para quien los lee, que es el único que cuenta.
Soldados de Salamina, Javier Cercas
Las historias, los buenos relatos, son reales para quien los lee. También para quien los escribe. Pero sobre todo para quien los vive.
Vivimos rodeados de buenos relatos reales, a los que en muchas ocasiones ni tan siquiera prestamos una mínima atención. Y no lo hacemos porque, a pesar de ser muy buenos, son tremendamente dolientes. Como muchas veces lo es la vida misma. Porque esos relatos son eso: la vida misma.
Esos relatos, reales y dolientes, esas vidas que suceden a nuestro lado sin que nos demos muchas veces cuenta, también forman parte de nuestras vidas, de nuestros relatos reales. Porque modifican nuestro entorno; porque las causas y los efectos se concatenan para alterar los escenarios en los que la sociedad muta hacia algo que nadie sabe muy bien dónde acabará.
No todos hacemos la vista gorda a esos relatos. Pero aún hay muchos que se mantienen ciegos y sordos a su entorno, incluso al más próximo. Y muchas veces no es ni tan siquiera por no querer saber: es simplemente porque ese relato no interfiere de forma directa en el suyo propio.
A veces, solo a veces, esos relatos de otros interfieren en el camino de ciegos y sordos, obligándoles a abrir ojos y oídos: su relato real se ve alterado y eso es, en muchas ocasiones, una gran molestia. Sin embargo, también a veces, solo a veces, en ese cruce prende una chispa de algo que se llama vínculo. Y en ocasiones, ese vínculo les hace sentir tanta pena de tener que hacerse daño, que se evitan el engaño de saber que para sobrevivir dos personas que se quieren, siempre es necesario que unos vivan y otros mueran.
«¡Hoy he matado un lobo! […] Me lo comeré y utilizaré sus entrañas para hacer algo comestible para el niño. Eso es bueno. Pero he vuelto a revivir el olor de la sangre, he vuelto a oír el ruido de la muerte, he visto otra vez el color de las víctimas. Y eso es malo.
«(En esta página hay un dibujo donde se ve la figura de un lobo con un niño a la grupa; el aspecto de ambos es risueño y levitan sobre un campo florido, como si volaran.)
«PÁGINA 15
Un lobo le dijo a un niño que con su carne tierna
iba a pasar el invierno.
El niño le dijo al lobo que sólo comiera una pierna
porque siendo aún tan tierno
iba a necesitar muy pronto que estuviera bien cebado
pues llegaría un momento
en que, aunque cojito, necesitaría un asado
de lobo como alimento.
Se miraron, se olisquearon y sintieron tanta pena
de tener que hacerse daño
que se pusieron de acuerdo para repetir la escena
evitándose el engaño
de que para sobrevivir dos personas que se quieran
sea siempre necesario
que, al margen de sus afectos, unos vivan y otros mueran.
« (Y como corolario:)
Ambos murieron de hambre»
Segunda derrota: 1940 o Manuscrito encontrado en el olvido
Los girasoles ciegos, Alberto Méndez
Por cierto, aquí os dejo unos cuantos relatos reales, de esos que no tienen final feliz, de los tremendamente dolientes. Solo son una pequeña muestra. Echadles un ojo.
O mejor: poned el alma en ellos.
Cuando el desahucio llama a la puerta, o de cómo más de 400.000 familias han sido desahuciadas durante la crisis.
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Carga en Lavapiés contra manifestantes, vecinos y clientes de bares, o de cómo las fuerzas de seguridad del Estado solo protegen a los poderosos.
Una treintena de inmigrantes asalta la valla de Melilla, o de cómo dar sentido a los CIEs.
Estupendo como siempre Mónica. Tus selecciones literarias son exquisitas.
Luego veré los enlaces…
Terminé de leer Los girasoles ciegos en el ferry que une Formentera e Ibiza. Me conmovió mucho, tanto fue así, que ese libro puso punto y final a varios años de lectura sobre los tiempos de la preguerra, movimientos libertarios, la guerra civil y la posguerra.
Un abrazo solidario!!!
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Ya sabes, compa Moni, lo que reza el viejo tópico que se despacha en el mundo de la creación narrativa (literaria, cinematográfica): la realidad siempre supera a la ficción. En algunos casos, desde luego, tristemente…
Un abrazo y buena semana.
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Un abrazo, Manuel. Como siempre, es un placer tenerte por aquí. Como siempre, seguiré haciendo lo más visible posible la realidad, por dura que esta sea.
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hace tiempo que no nos sacudías con tus escritos….. llamada a nuestra conciencia adormecida y embrutecida por los acontecimientos de nuestros días…..
necesitábamos esta sacudida
🙂
saludos 😉
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