Fragmentos

Saber escuchar de verdad

Hablamos. Todos tenemos necesidad de hacerlo. No tan solo de hablar: necesitamos que nos escuchen; sentimos que tenemos algo importante que decir; creemos que hay algo vital que nos hace falta compartir. A veces es complicado hacerlo, porque no encontramos las palabras.

 

¿Os habéis parado a pensar en quién escucha esas palabras? Si a veces hablar es complicado, escuchar es siempre una tarea harto difícil. ¿Acaso creéis que se trata tan solo de mirar unos labios en movimiento? ¿Pensáis que basta con limitarse a inclinar la cabeza sistemáticamente? ¿Os parece que sobra con chascar la lengua tras un cambio de entonación?

Todos hablan, hablan, hablan, ¿pero quién escucha? Hoy muy pocos lo hacen. Me refiero a  escuchar con mayúsculas. Escuchar es un verdadero arte, una actitud y una aptitud; un don que desgraciadamente no está al alcance de todos. Escuchar requiere de empatía, y eso es algo de lo que se carece en gran medida.

Escuchar es acariciar con la mirada, sentir con todos los poros de la piel, degustar unas palabras como si del manjar más delicioso se tratase. Escuchar es alienarse, percibir el más leve detalle, emocionarse o dolerse de sentimientos ajenos como si fueran propios, adelantarse a lo por venir. Pero también es desplegar la suficiente capacidad para inspirar confianza, fortaleza, seguridad. Escuchar es estar y es ser. Escuchar inunda las almas de un enorme placer.

Probadlo. Tantas veces como podáis. Solo así seréis capaces de soñar cosas hermosas.

20120904_Saber escuchar de verdad

Michael Ende | Foto: Caio Garrubba

 

«…Y, lo más importante: tenía muchos y buenos amigos.

«Se podría pensar que Momo sólo había tenido mucha suerte de haberse encontrado con gente tan amable, y la propia Momo lo pensaba así. Pero también la gente se dio pronto cuenta de que había tenido mucha suerte. Necesitaban a Momo, y se preguntaban cómo habían podido pasar sin ella antes. Y cuanto más tiempo se quedaba con ellos la niña, tanto más imprescindible se hacía, tan imprescindible que todos temían que algún día pudiera marcharse.

«De ahí viene que Momo tuviera muchas visitas. Casi siempre se veía a alguien sentado con ella, que le hablaba solícitamente. Y el que la necesitaba y no podía ir, la mandaba buscar. Y a quien todavía no se había dado cuenta de que la necesitaba, le decían los demás:

«–¡Vete con Momo!

«Estas palabras se convirtieron en una frase hecha entre la gente de las cercanías. Igual que se dice: «¡Buena suerte!», o «¡Que aproveche!», o «¡Y qué sé yo!», se decía, en toda clase de ocasiones: «¡Vete con Momo!»

«Pero, ¿por qué? ¿Es que Momo era tan increíblemente lista que tenía un buen consejo para cualquiera? ¿Encontraba siempre las palabras apropiadas cuando alguien necesitaba consuelo? ¿Sabía hacer juicios sabios y justos?

«No; Momo, como cualquier otro niño, no sabía hacer nada de todo eso.

«Entonces, ¿es que Momo sabía algo que ponía a la gente de buen humor? ¿O sabía tocar un instrumento? ¿O es que —ya que vivía en un circo— sabía bailar o hacer acrobacias?

«No, tampoco era eso.

«¿Acaso sabía magia? ¿Conocía algún encantamiento con el que se pudiera ahuyentar todas las miserias y preocupaciones? ¿Sabía leer en las líneas de la mano o predecir el futuro de cualquier otro modo?

«Nada de eso.

«Lo que la pequeña Momo sabía hacer como nadie más era escuchar. Eso no es nada especial, dirá quizá, algún lector; cualquiera sabe escuchar.

«Pues eso es un error. Muy pocas personas saben escuchar de verdad. Y la manera en que sabía escuchar Momo era única.

«Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda simpatía. Mientras tanto miraba al otro con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión notaba de repente cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él.

«Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja o indecisa sabía muy bien, de repente, qué era lo que quería. O que los tímidos se sintieran de repente muy libres y valerosos. O que los desgraciados y agobiados se volvieran confiados y alegres. Y si alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y era insignificante y que él mismo no era más que uno entre millones, que no importaba nada y que se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba todo eso a la pequeña Momo, y le resultaba claro, de modo misterioso mientras hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por eso, era importante, a su singular manera, para el mundo.

«¡Así sabía escuchar Momo!»

[…]

«Momo escuchaba a todos: a perros y gatos, a grillos y ranas, incluso a la lluvia y al viento en los árboles. Y todos le hablaban en su propia lengua.

«Algunas noches, cuando ya se habían ido a sus casas todos sus amigos, se quedaba sola en el gran círculo de piedra del viejo teatro sobre el que se alzaba la gran cúpula estrellada del cielo y escuchaba el enorme silencio.

«Entonces le parecía que estaba en el centro de una gran oreja, que escuchaba el universo de estrellas. Y también que oía una música callada, pero aun así muy impresionante, que le llegaba muy adentro, al alma.

«En esas noches solía soñar cosas especialmente hermosas.

«Y quien ahora siga creyendo que el escuchar no tiene nada de especial, que pruebe, a ver si sabe hacerlo tan bien»

Momo y Casiopea | Michael Ende

Momo y Casiopea

 

Momo, o la curiosa historia de los ladrones de tiempo y de la niña que devolvió a los hombres el tiempo robado, Michael Ende

17 pensamientos en “Saber escuchar de verdad

    • Lo siento, Isa, no lo sé. Es una imagen que encontré de una reproducción del libro en Internet. La he vuelto a buscar para ver si ponía las fuentes pero no las pone. Mi ejemplar no tiene ilustraciones, por eso busqué una en la Red. Pero si algún día la encuentro te lo cuento, al revés igual, ¿vale?

      ¡Saludos!

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      • Ay mira, le he preguntado a un encargado de librería por si sabía algo y haciendo una búsqueda de imágenes me ha redireccionado al blog de una chica, pero creo que es un trabajo que ella tuvo que hacer y no forma parte de un libro. Lástima, es muy bonita ilustración y vendría genial para niños 🙂 Muchas gracias igualmente.

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  1. Pingback: Momo | Spanish Bloggin´

  2. Hermosas palabras Móni, excelente recomendación.

    Si recibiese el don de la escritura a cambio de tan solo poder escribir un libro, este y no otro; «MOMO», sería el cuento que me agradaría contar.

    Lo he leído en voz alta en varias ocasiones, para una pequeña audiencia en el inicio de sus sueños.

    Guardo con celo mi viejo ejemplar, al cual me siento ligado por una página manuscrita hace ya más de 20 años. Con el tiempo he descubierto que no solo era especial para mi. Todos lo buscaban, el sabía escuchar como Momo.
    Con su vista ya muy mermada, le escogía libros de letra gruesa. Fue posiblemente una de sus últimas lecturas. Fue mi última recomendación.

    ¡Un abrazo y hasta la siguiente ESCUCHA!

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    • ¿Sabes, Mikel? Esa que me/nos has contado es una bella historia, bellísima.

      Mi ejemplar también es muy viejito, también lo guardo con celo, pero no tiene historias compartidas. Ahora ya las tiene, gracias a la tuya. Así que ha sido un verdadero placer que la compartas.

      Un besote, siempre a la escucha…

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  3. Excelente reflexión, compa Moni, que, por otro lado, creo que es perfectamente trasladable, o extrapolable, al proceso escritura-lectura (todo el mundo escribiendo, pero, ¿cómo leemos, si es que lo hacemos, o si se le puede llamar de tal manera a lo que hacemos, con una ‘mecánica Twitter’ trasladada a textos de mucha mayor extensión…?). Sobre ‘Momo’, hace tantísimos años que lo leí, que no guardo recuerdo alguno de ella (estas cosas de la memoria de pez, y de la edad, claro…); en todo caso, el fragmento que transcribes, aparte de ilustrar maravillosamente tu argumento previo, es de una calidez exquisita.

    Un fuerte abrazo y seguimos trasteando.

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    • Manuel, como siempre muchas gracias por tus palabras. Es cierto, es complicado escuchar a la vez que lees. Pero fíjate en algo curioso: cuando leemos twits la gran mayoría son palabras de personas que quieren/necesitan ser escuchadas… Yo lo veo así desde hace mucho tiempo ya.

      Te recomiendo que recuperes el libro y lo releas, aunque sea los dos primeros capítulos: verás cómo esa «calidez exquisita» se queda muy corta… No obstante, gracias por esas palabras.

      Un abrazo enorme, rasteando seguimos 🙂

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  4. No leí Momo, pero sí vi la película, qué cosas. ¿Sólo hablas de libros que o no he leído o no he visto más que la película? ^^ Precioso alegato en favor de la escucha. Me he acordado de otro libro que también habla de algo parecido en ciertos momentos, «El corazón es un cazador solitario» de Carson McCullers, que aprovecho para recomendarte si no has leído.

    Un abrazo, Mónica 😉

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  5. el primer párrafo me parece impresionante, el resto hasta poético.

    la apoyatura en Momo lo redondea….

    se nota que has vuelto con las pilas recargadas….

    un beso y sigue sorprendiéndonos…. 🙂

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