Esta vez no os voy a escribir yo. Hoy voy a dejar que sea John Berger quien os diga lo que yo no podría explicar mejor. Para mí, Berger es uno de los pensadores más importantes de nuestra época. Su sensibilidad hacia las manifestaciones artísticas —fieles testimonios del sentir de los períodos a los que pertenecen— de cualquier tipo le ha hecho ser referente entre mis lecturas. Su manera tan humana, tan lúcida, tan honesta y tan compasiva, a la vez que tan cosmopolita, hace de sus textos pequeñas perlas en este marasmo que nos rodea.
El texto que hoy quiero compartir con vosotros es un artículo que apareció publicado en el diario La Jornada, y que ahora se encuentra recogido, entre otros, en Con la esperanza entre los dientes (Alfaguara). Todos juntos dan forma a un retrato de nuestro tiempo, una descripción controvertida, áspera, aguda. Una reflexión en pequeñas cápsulas de lo que significa hoy el «compromiso político», pero el de verdad, no el de los partidos que dicen representarnos. Su texto habla por sí solo, prefiero que lo leáis y reflexionéis vosotros mismos. Pero os voy a destacar una idea, solo una por encima del resto: «La libertad sin acción no existe». No es posible quedarse quieto esperando que el dios Azar haga que nuestros deseos sean ahora.
Tenemos responsabilidad sobre nuestros deseos. Debemos crearlos nosotros, no dejar que sean fruto de lo que otros deciden que estamos obligados a desear. Es necesario que trabajemos nuestros deseos, que los cincelemos como si se tratasen de una frágil escultura, pues son los que nos moverán a esa acción necesaria para conseguir la libertad.
Desead. Moveos. Y leed.
El infinito, ahora (John Berger, 2006)
«El mundo ha cambiado. La información se comunica de manera diferente. La desinformación desarrolla sus técnicas. Migrar se volvió el principal medio de supervivencia, a escala mundial. Militarmente hablando, el Estado nacional de quienes sufrieran el peor genocidio en la historia se volvió fascismo. Los Estados nacionales se han reducido en lo general y, políticamente, su papel se minimizó a uno de vasallos al servicio del nuevo orden económico. El visionario léxico político de tres siglos se tiró a la basura. El Fin de la Historia, lema global de las corporaciones, no es un vaticinio: es una orden para borrar el pasado y lo que nos legó en todas partes. En suma, ya quedó establecida la tiranía global, económica y militar de hoy.
«Al mismo tiempo se descubren nuevos métodos de resistencia ante esta tiranía. Al interior de la oposición creciente, la cooperación natural reemplaza la autoridad centralizada. En vez de obedecer, los rebeldes deben confiar más en sí mismos. Las alianzas urgentes en asuntos específicos sustituyen los programas de largo plazo. La sociedad civil aprende las tácticas de guerrilla de la resistencia política y empieza a practicarlas.
«Hoy el deseo de justicia es multitudinario. Esto significa que las luchas contra la iniquidad, las luchas por la supervivencia y la dignidad propias, en pos de los derechos humanos, no debe nunca considerarse en términos de sus demandas inmediatas, de la organización que las haga posibles o de sus consecuencias históricas. Ya no pueden reducirse a «movimientos». Un movimiento describe un gran grupo de personas que colectivamente se mueven hacia un objetivo definido, el cual logran o no pueden lograr. Pero dicha descripción ignora, o no tiene en cuenta, las innumerables decisiones personales, los encuentros, las iluminaciones, los sacrificios, los nuevos deseos, los pesares y, finalmente, las memorias que ese movimiento hace emerger y que, en sentido estricto, serían incidentales.
«La promesa de un movimiento es su victoria futura, mientras que las promesas de esos momentos incidentales tienen un efecto instantáneo. En su intensidad vital o su tragedia, tales momentos incluyen aquellas experiencias de una libertad de acción. (La libertad sin acción no existe). Momentos así son trascendentales, como ningún «resultado» histórico puede serlo. Son lo que Spinoza denominaba lo eterno, y son tan multitudinarios como las estrellas de un universo en expansión.
«No todos los deseos conducen a la libertad, pero la libertad es la experiencia de un deseo que se reconoce, se asume y se busca. El deseo no implica nunca la mera posesión de algo, sino la transformación de ese algo. El deseo es una demanda: la exigencia de lo eterno, ahora. La libertad no constituye el cumplimiento del deseo, sino el reconocimiento de su suprema importancia.
«Hoy, el infinito está del lado de los pobres»
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intenso y emocionante, habrá que reflexionar…. esta vez te has puesto profunda, muy profunda, me ha gustado….. 😉
homeless
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Ya sé que no es una lectura fresca, pero es breve y concisa. Tal vez ayude a que alguien reflexiones, aunque sea un poco.
Un abrazo enorme, mi homeless
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