Fragmentos

El regalo de un final feliz

Le Havre es una pequeña ciudad portuaria francesa a orillas del Canal de la Mancha. Su arquitectura actual es relativamente moderna: entre los días 5 y 6 de septiembre de 1944 tanto el centro de la población como el puerto fueron arrasados por los bombardeos de las tropas aliadas: «5.000 muertos, 80.000 personas sin hogar, 150 hectáreas arrasadas, 12.500 casas destruidas, así como el puerto y el estuario. [Le Havre se convirtió en] un lugar fantasma»

16 enero 2012 El regalo de un final feliz

Vista aérea de la población francesa Le Havre tras los bombardeos nazis, invierno de 1944 a 1945 | Imagen: © Arizonaman1 / WikiCommons alojada en theculturetrip.com

Cuatro largos años antes los nazis la ocuparon, convirtiéndola en una de sus bases militares, no en vano su estratégico puerto era el que dio nombre a la población (havre significaba, antiguamente, puerto). Muchos de sus habitantes huyeron; otros sufrieron las persecuciones antisemitas, los saqueos, la hambruna y otras vejaciones; también hubo pequeños grupos que conformaron la resistencia, saboteando a los invasores.

Auguste Perret fue el arquitecto encargado de su reconstrucción tras el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Ministerio de la Reconstrucción y de Urbanismo le encargó el proyecto de dar nueva forma al centro de la ciudad. Le Havre paso a tener un diseño vanguardista, en el que destacó las tres grandes vías, amplias y espaciosas, que unen el puerto y el mar con el centro de la población. Grandes «espacios abiertos y sensación de enorme libertad» que combinaban con los famosos “apartamentos Perret”, diseñados especialmente para que fueran «un espacio para el encuentro y la unión de la familia, sin descuidar ni un solo detalle para el aprovechamiento del espacio». Uno de esos espacios es el museo de Bellas Artes André Malraux, situado frente al puerto. Posee una colección de arte impresionista sensacional, «la segunda de Francia después de la del museo de Orsay»; no en vano fue la ciudad escogida por Monet para pintar su Impression, soleil levant.

Pero no es de su historia pasada de la que me interesa contaros algo, ni tan siquiera de una historia real de la que sus calles hayan sido espectadoras. Aunque tal vez sí lo han sido, quién sabe… Mi elección por Le Havre responde a la que hizo Aki Kaurismäki al seleccionarla como escenario del último film que ha dirigido: Le Havre. No voy a explicaros la película, prefiero que vayáis a verla y juzguéis por vosotros mismos. Sed vosotros los que decidáis si realmente es una historia tan profundamente dura y fascinante como a mí me pareció ayer por la tarde cuando salí de la sala del cine. No es una película comercial, así que no la busquéis en las grandes salas. Haceos a la idea que deberéis verla en una sala pequeña, con una pantalla pequeña y, probablemente, con un gran público a vuestro alrededor. Ese tipo de público algo peculiar, incluso extravagante, amante de la particular manera de contar de Kaurismäki. O el comprometido con el cine social que explica grandiosas historias pequeñas, que pasan cada día a nuestro alrededor pero que tan maltratadas son por muchos de los que forman la mal definida sociedad, por los medios de comunicación, por los estamentos gubernamentales y por diferentes instituciones de mayor o menor calado en nuestro mundo.

16 enero 2012 El regalo de un final feliz

Cartel para España de la película ‘El Havre’. A la entrada de los Cines Alexandra, Rambla de Catalunya, Barcelona; enero de 2012 | Foto: Mónica Solanas Gracia

Es la primera cinta que veo del director: un film en el que se regocija en los silencios, en los gestos, en las miradas y en las palabras medidas. También en las conversaciones cotidianas, en los personajes anónimos, en la belleza de la entrega a una vida humilde tras abandonar los grandes sueños. Es en los suburbios portuarios de la ciudad donde tiene lugar una hermosa historia de una crudeza brutal: el maltrato a todos los niveles que sufren los africanos que deciden buscar una vida mejor en el viejo continente. Contada con colores apagados, lo que hace que aún brille más la “fraternidad”, esa tercera palabra que compone el tan conocido y reproducido lema definitorio y heredado de la Francia revolucionaria. Una fraternidad que regalan aquellos que más la necesitan, los habitantes de esos suburbios portuarios sumidos en la pobreza. Una fraternidad que desprecian aquellos que más recursos tienen para darla: un cuerpo policial que primero carga y apunta sus armas y después, si ha sabido controlar su dedo sobre el gatillo, pregunta; unos medios de comunicación que tildan de terroristas peligrosos y armados a niños que tratan de buscar una nueva esperanza a sus vidas abandonadas en el continente negro; una iglesia que esconde su hipócrita y asquerosa indiferencia tras las sotanas de sus componentes; unos estamentos gubernamentales que construyen prisiones, los CIEs españoles ―en la cinta, ejemplificados en la jungla de Calais―, los nuevos campos de concentración europeos. ¡Qué rápido han olvidado los grandes capitostes galos aquella revolución!

No esperéis llorar, porque no lo haréis. Kaurismäki nos ha hecho un regalo: el regalo de esa fraternidad de la que rebosan sus personajes humildes; el regalo de la esperanza que se escapa de los ojos del joven Idrissa; el regalo del milagro final que tantos “inmigrantes” anhelan por cambiar este apelativo, en tantas bocas peyorativo, por el de ser humano, por el de persona, por el de CIUDADANO.

No esperéis llorar dentro del cine. Pero cuando salgáis de la sala, mirad atentamente a vuestro alrededor y decidid si sois capaces de aguantar las lágrimas.

8 pensamientos en “El regalo de un final feliz

  1. Saludos y un abrazo caliente de la tierra del sol amado, Maracaibo – Venezuela. No he visto El Havre y es dificil ver cine independiente de España por acá y con este rollo de Megaupload todo se ha vuelto un caos.

    Me gustaría ver el film y otros más que me recomiendes de tu tierra, yo también quisiera hacerte llegar películas de acá, sé que afuera -y muchas veces dentro – se tiene la idea de que el cine Venezolano es sólo cuestión de hampa, dogras y esos periquitos, pero resulta que no todo se resume a eso.

    Poderosas tus palabras, sigue escribiendo.

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    • Rubén, qué bueno leerte aquí…

      Es difícil ver cine independiente en general. La suerte que tenemos en Barcelona es que hay muchísimas salas y algunas «se permiten el lujo» de proyectar estas cintas minoritarias. Cuesta encontrar esas películas, tienes que darte prisa para poder verlas antes de que desaparezcan del circuito, pero por lo menos -y de momento- podemos verlas.

      Normalmente busco películas que no estén dentro del círculo más comercial, y buscar cine europeo, sudamericano; dejar de lado las producciones norteamericanas. Te aseguro que he visto todo el cine sudamericano que he podido. Aquí nos llegan muchas cintas argentinas sobre todo, pero también chilenas, venezolanas… Cuesta encontrarlas pero con paciencia se encuentran. Aunque alguna vez peco, lo confieso: me gustan las pelis de acción con muchos tiros y persecuciones. Pero ya se sabe que no podemos ser perfectos…

      Otro abrazo de vuelta, lleno de calor y de cariño. Es un placer saber que estás

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  2. Qué hermosa reseña, compa Mónica; no he tenido ocasión de ver la peli (en una ciudad pequeña, como la mía, ya bien puedes suponer que no es cuestión sencilla…), pero le tengo muchas, muchísimas ganas. Conozco buena parte de la filmografía previa de Kaurismäki y es un director cuyo cine me gusta, y mucho: cine despojado, sencillo y de calado. Altamente recomendable; de hecho, creo que vas a disfrutar mucho si te lanzas a su visionado. Ah, y felicidades por tu texto; ya había leído muchas reseñas críticas de la peli, pero tus palabras aportan otra perspectiva, otro enfoque, y muy interesante.

    Un fuerte abrazo y buen fin de semana.

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    • Manuel, gracias por tus palabras. Son muy gratificantes, aún más viniendo de un profesional en esta especialidad. En ningún momento me había planteado hacer una reseña de la película: cuando supe que la estrenaban tuve claro que debía verla fuera como fuera. Buscando en la cartelera dónde la proyectaban estaba muy claro que había hecho una elección acertada: la satisfacción que suelo sentir al salir de una sala de cine es directamente proporcional al binomio sala pequeña y horario reducido. Y lo más impactante fue ese «final feliz», que me sorprendió, me dejó con una sensación de final rápido y mal traído… Hasta que salí a la calle. Y entonces lo entendí, comprendí ese final, por lo menos eso creo: lo interpreté como un regalo que quería hacernos el director. Tal vez soy una ingenua, puede ser, pero ya dicen que cuando el artista entrega su obra ya no es dueño de controlar el efecto que provoca en su público.

      Tengo que decirte que he descubierto a Kaurismäki en esta cinta, es la primera película que veo de él; pero después de la experiencia que he tenido con el film y tu recomendación te aseguro que buscaré su filmografía para seguir disfrutándolo.

      Un abrazo, Manuel. Y de nuevo, muchas gracias por tus palabras.

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  3. Käurismaki me supera como director. Solo ver el tráiler de Le Havre te dan ganas de deprimirte. Le hice un comentario a tu amigo crítico que de vez en cuando aparece por aquí. Es una peli de esas que te puedes poner en un día muy feliz, imagino, para que no te lo estropee ni siquiera una realidad como la que imagino que refleja el filme. =D

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    • Pues la parte que viste del trailer no refleja para nada lo que la película es, te lo aseguro… La tristeza viene al salir del cine, si miras a tu alrededor. Así que, si te abstienes de salir y mirar, puedes ir a verla aunque tu día sea triste. Además, la banda sonora vale la pena y mucho 😉

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